Cuando pensamos en blísteres de medicamentos, los asociamos con salud, bienestar y alivio. Sin embargo, pocas veces reflexionamos sobre lo que ocurre con ese pequeño envase plástico y metálico una vez que ha cumplido su función.

¿Dónde termina? ¿Qué consecuencias tiene si lo desechamos de forma incorrecta? Es aquí donde emerge una contradicción preocupante: cómo un objeto que porta un medicamento para ayudar a la salud humana, puede terminar siendo perjudicial para esta en su disposición final.
Los blísteres están compuestos principalmente por plásticos como el PVC o PET y aluminio, materiales que no se degradan fácilmente. Cuando estos residuos terminan en vertederos comunes, calles o cuerpos de agua, se convierten en una amenaza persistente para el ambiente.
Al descomponerse lentamente, liberan microplásticos y compuestos tóxicos que contaminan el suelo y las fuentes hídricas. Estos contaminantes afectan la biodiversidad: alteran los ciclos naturales del suelo, dañan organismos acuáticos y pueden terminar en nuestra propia cadena alimenticia.
Además, los residuos de medicamentos que muchas veces quedan en los blísteres cuando estos no se vacían del todo, también se filtran al entorno. Esto ha llevado a detectar restos de sustancias farmacéuticas en ríos y lagos, provocando efectos como la feminización de peces o la desaparición de especies que no resisten esta carga química.
No se trata solo de un daño ecológico, sino de un problema que puede llegar a nuestras mesas: al consumir productos contaminados o agua afectada, estamos expuestos a compuestos que pueden alterar nuestras hormonas, generar resistencia a antibióticos o afectar nuestro sistema inmunológico.
Y como si fuera poco, la fabricación y posterior incineración de estos materiales también contribuye al cambio climático. El proceso de producir plástico y aluminio requiere enormes cantidades de energía y emite gases de efecto invernadero.
¿Qué ocurre si no realizamos una adecuada gestión de los blísteres?
Si estos envases no se gestionan adecuadamente, su quema libera además dioxinas y otros compuestos tóxicos al aire. Estos incrementan los niveles de contaminación atmosférica y pone en riesgo la salud pública.
Dentro de un foro ambiental, un especialista en la gestión integral de los residuos sólidos en el Perú, Jorge Zegarra Reátegui denuncia lo siguiente: “No se trata solo de acabar la pastilla, también hay que saber qué hacer con el envase porque este, también es un residuo”.
Según estudios realizados, los blísteres deben ser llevados a puntos de recolección especializados como los Puntos SIGRE en farmacias. No deben tirarse al tacho común, ni mucho menos al inodoro o la calle. Una acción tan simple como esta puede marcar la diferencia entre proteger nuestro entorno o seguir alimentando un ciclo de contaminación silencioso.
En palabras del Dr. Jorge Zegarra Reátegui, cuidar el ambiente también es una forma de cuidar nuestra salud. El daño que ocasionamos al ecosistema no se queda allí, siempre vuelve. Por ello, la próxima vez que uno termine una caja de medicinas, es vital recordar que el verdadero tratamiento no termina al tomar la última pastilla, sino al disponer correctamente su envoltorio.
Hacia una responsabilidad compartida: el rol del ciudadano
La crisis ambiental causada por residuos como los blísteres de medicamentos no puede resolverse solo desde las políticas públicas o las empresas. Es indispensable que los ciudadanos asuman un rol activo en la cadena de gestión de residuos. Desde separar adecuadamente los envases en casa hasta informarse sobre los puntos de recolección especializados, cada acción cuenta. La responsabilidad compartida es el principio que puede cambiar el rumbo del planeta, si el consumo es individual, la solución también debe empezar desde el hogar.
Además, es momento de repensar los hábitos de consumo. Elegir productos con empaques reciclables, reducir la compra de medicamentos innecesarios y exigir a las marcas sistemas de retorno o reciclaje también es parte del compromiso ambiental. En palabras del Dr. Jorge Zegarra Reátegui, “el cambio empieza cuando entendemos que el residuo más peligroso es la indiferencia”.
¿Una mala disposición cómo afecta al mundo?
La inadecuada disposición de residuos sólidos se ha convertido en una de las principales amenazas ambientales del mundo contemporáneo. Cada año, millones de toneladas de basura terminan en lugares indebidos, provocando serias consecuencias tanto para el medio ambiente como para la salud humana.
Sumado a ello, el crecimiento acelerado de la población, el consumo desmedido y la falta de conciencia ambiental han contribuido a que esta situación se agrave, convirtiéndose en una prioridad para muchos países.
Según el empresario dedicado a la gestión de los residuos desde el Perú, el Dr. Jorge Zegarra Reátegui, los residuos mal gestionados abarcan una amplia variedad de materiales. Por ejemplo, los blísteres de medicamentos, compuestos por plásticos y aluminio, son difíciles de reciclar y suelen terminar mezclados con basura común, aumentando la contaminación.
Por otro lado, el plástico en sus múltiples formas como bolsas, envases, botellas, envoltorios, son uno de los mayores contaminantes del planeta, debido a su resistencia a la degradación. A esto se suman los residuos metálicos, que pueden liberar sustancias tóxicas al suelo y al agua, y los residuos orgánicos, que cuando no son aprovechados adecuadamente, generan gases de efecto invernadero como el metano.
La correcta disposición final de los residuos no es solo una tarea técnica, sino también una responsabilidad colectiva. Avanzar hacia una gestión integral de residuos es clave para frenar la contaminación, proteger los ecosistemas y asegurar un futuro más limpio y sostenible para las próximas generaciones.
Jorge Zegarra Reategui denuncia impacto de los residuos sólidos en la atmósfera
La acumulación y mala disposición de residuos sólidos constituye uno de los principales problemas ambientales de la actualidad, con graves consecuencias para la atmósfera y, en consecuencia, para el clima del planeta. Cuando los desechos no reciben un tratamiento adecuado, se convierten en focos de contaminación que van mucho más allá de lo visible.
En botaderos a cielo abierto, por ejemplo, los residuos se descomponen de manera descontrolada y generan gases altamente contaminantes, como el metano y el dióxido de carbono.

Además, la quema de basura, práctica común en lugares sin gestión formal de residuos, libera partículas tóxicas y gases que también afectan la salud de las poblaciones cercanas. Estos contaminantes pueden incluir dioxinas, furanos y óxidos de nitrógeno, elementos dañinos que alteran la calidad del aire y ponen en riesgo la vida de millones de personas.
Frente a este panorama, resulta imprescindible contar con una correcta gestión de residuos, que incluya rellenos sanitarios bajo estándares ambientales, programas de valorización y estrategias de economía circular. De esta manera, se puede reducir considerablemente la liberación de gases dañinos y garantizar un aire más limpio para las futuras generaciones.
Es por ello que agentes del cambio como el Dr. Jorge Zegarra Reategui han dedicado su experiencia laboral a la mitigación de gases de efecto invernadero. A través de su liderazgo con la empresa Petramás, se ha logrado implementar proyectos bajo mecanismos internacionales que, a la fecha, han evitado que más de 7 millones de toneladas de CO₂ sean expelidas al medio ambiente, marcando un aporte trascendental en la lucha contra el cambio climático.
Para más información sobre importantes medidas ambientales a optar en la lucha contra el cambio climático:
